Como ya dije en la entrada anterior sobre los cómics de François Bourgeon, yo siempre he sido un lector habitual de cómics. Aunque ahora prácticamente no leo ninguno, salvo los que tiene mi hijo que leemos juntos, sigo conservando unos cuantos cómics de mi época lectora.
Muchos son ya clásicos del noveno arte y otros seguramente serán desconocidos para muchos de vosotros.
Sin embargo, los sigo conservando. Algunos porque considero que son obras maestras y otros porque en su momento me gustaron mucho y ahora me daría pena desprenderme de ellos simplemente porque ya no los considero dignos de estar en mi biblioteca de cómics.
En la casa de mis padres, en el pueblo, hay una maleta entera llena de tebeos. Sí, tebeos que no cómics, porque son todos de los incombustibles Mortadelo y Filemón, Zipi y Zape, el botones Sacarino, Rompetechos y otros tantos de la escuela Bruguera, que leíamos mis hermanos y yo de pequeños.
Vamos, creo que todo el mundo leía cosas así. Aquellos tebeos sí que están en mal estado porque han pasado ya no sólo muchos años, sino también han sufrido el trote de muchas manos pequeñajas, regordetas y llenas de roña.
Los cómics de mi juventud. La época esplendorosa
Cuando vivía con mis padres tenía una colección mucho mayor. Me compraba la revista Cimoc y multitud de cómics que iban saliendo que me llamaban la atención.
Entre ellos La salvaje espada de Conan, de los que tenía montonazos, ya que, además de comprarlos mensualmente (aunque no todos los meses, todo sea dicho) los cambiaba en una tienda que había al lado de mi casa y me hacía con otros de la misma colección o similares.
A mí me iba la fantasía y la ciencia ficción, así que mis compras iban encaminadas por lo general hacia esas temáticas.
Cuando empecé el insti me acercaba muchas tardes a una tienda de cómics en el centro de la ciudad, donde quedaba con algunos de mis compañeros de clase también aficionados al tema.
Allí hicimos muy buenas migas con el dueño, un tipo joven muy majo que un par de años después tuvo que cerrar porque la tienda no le daba lo suficiente.
Lo que nos llenó de gran pesar porque no sólo perdíamos un punto de venta de género comiquero, sino también un fantástico lugar de encuentro donde pasábamos la tarde hablando de cómics, películas, de todo… e incluso echábamos alguna partida de rol.
Sí, amigos, aquí el menda tiene todo lo que hay que pedirle a un buen friki. Ya hablaré en otra entrada sobre los juegos de rol, con los que acabo de reencontrarme en la actualidad.
Sigamos.
Como dije, me llamaba mucho el género de espada y brujería. Yendo una vez a la Cuesta de Moyano en Madrid, con mi padre, me compré un tomo recopilatorio de una especie de sucedáneo de Conan el Bárbaro, un imitador descarado de la editorial Bruguera: Manos guerrero indómito.
Me lo compré medio cabreado y medio carcomido por la curiosidad hacia aquel supuesto plagio de mi, entonces, héroe favorito. Bueno, pues me encantó. Ya, no era un prodigio ni de calidad, ni de edición, pero chicos, ¿quién no se ha comido una hamburguesa alguna vez?
A aquel tomo recopilatorio le siguió otro, pero cuando quise seguir ya no encontré más. Nunca más. Hasta que llegó Internet, claro. Así, en PDF, conseguí por fin leer los que me quedaban (aunque luego me enteré que la colección de Alemania, de donde era originaria, había algunos más).
Sin embargo, los dos tomos que llegué a poseer en su momento… ¡los tiré a la basura en una de mis (a veces) estúpidas limpiezas compulsivas! Y qué arrepentido estoy, y no porque ahora valgan algo, que no lo valen, sino por ese componente nostálgico que tanto detesto pero en el que a veces llego a caer. Soy humano, qué le voy a hacer.
Por cierto, en aquella época la Cuesta de Moyano era un buen sitio donde encontrar muchísimos cómics de segunda mano a precios sin competencia. Hoy creo que ya no es así, al menos no vi gran cosa la última vez que estuve por allí.
Otro sitio donde podía encontrar muchos buenos cómics a buen precio era, como no, el Rastro de Madrid. Durante una temporada me dio por ir por allí con algún amigo de clase y raro era el día que no me compraba un cómic.
Allí adquirí mis dos colecciones favoritas: la de los Pasajeros del viento, de mi afamado Bourgeon, y multitud de álbumes de Richard Corben, otro de mis predilectos de toda la vida.
Mi comicteca actual
Tengo balda y media de una estantería en mi casa repleta de cómics. Algunos de ellos con bastantes años, con algún que otro destrozo en plan de papel rasgado, desgastado o amarillento.
Algo que a mí tampoco me disgusta demasiado. No soy de esos nostálgicos del papel, no creáis. Soy lector de ebooks sobre todo, pero reconozco que para algunos formatos de libro, como los de divulgación o historia, prefiero el papel y formato grande a el socorrido PDF.
Algo así me pasa con los cómics. Ande esté el papel….
Cómics para la muchachada
Bien, tengo todavía unos cuantos cómics de la Espada Salvaje de Conan, algunos en perfecto estado, sobre todo los primeros números de la segunda edición que sacaron, y otros con cinta celo en los bordes o sin portada. Tendré unos veinte de estos.
También poseo cinco tomos de Super Conan que están en perfecto estado, como nuevos.
En esa balda de género popular también tengo un montón de cómics bélicos de la serie Nam, de la Marvel, que trataban sobre la guerra de Vietnam. De estos, sólo los doce primeros merecen la pena, por dibujo y guión, el resto no valen para mucho, pero ahí están, no los voy a tirar.
Hay también números de la mini serie Alien, hechos muchos años antes de que Ridley Scott metiera mano de nuevo al personaje y dejara sin valor toda la historia que se había hecho hasta entonces.
Estos cómics continuaban con la saga desde Alien el regreso y eran muy interesantes, la verdad. También tengo números de otras series de ciencia ficción como Planet Lost, Alien dossier y alguno más similar que contaban historias cortas sobre el género, con desigual calidad en los números.
Por cierto, tengo también dos cómics rarunos en blanco y negro de los que no me acuerdo ni cuando los adquirí. Seguramente me los compraron mis padres o fueron un regalo. A saber, pero son de los más viejos de mi biblioteca de cómics.
Cómics de autor y de calidad
Pasamos a lo mejor que tengo en mi comicteca. Después de hacer limpieza en su día de toda mi colección, puedo considerar que me quedé con lo mejor sin lugar a dudas.
Bueno, de Bourgeon tengo los Pasajeros del Viento, Los Compañeros del crepúsculo y el Ciclo de Cyann, de los que ya hablé en una entrada anterior. Tengo casi toda la colección de Thorgal.
Para quien no lo conozca, esta es una serie que lleva muchos años y aún sigue publicándose, aunque yo me desenganché de la colección cuando se fue su guionista de siempre. También tenía un cierto hastío por las colecciones interminables.
Hablando de eternidad, tengo varios números del Príncipe Valiente de Hal Foster. Una maravilla de dibujo y narrativa que siempre había querido leer.
Así que, cuando sacaron una reedición especial, aproveché e inicié la colección, aunque al final me quedé con sólo una docena de números.
La falta de dinero me privó de más, lo que fue una lástima porque eso sí que era hacer una serie río que no terminaba nunca pero de manera magistral.
Eso sí, sólo me gusta en la etapa de Foster, ya que cuando otros autores cogieron el relevo de la serie, se notó mucho el bajón de calidad.
Pasamos a Richard Corben, del que tengo casi todos sus álbumes publicados por Toutain en su momento. El trabajo de Corben, sobre todo en su serie Den, es apabullante.
Un despliegue de color y fantasía que asombra. Los álbumes de su etapa más underground no están mal, pero Den es sin duda su mejor trabajo.
Tengo también álbumes de autores españoles. Como alguno de Azpiri, Esteban Maroto, F. de Felipe, Luis Royo o Jordi Bernet.
Y sobre todo un álbum que me gusta mucho: El Mercenario de Vicente Segrelles. Un cómic donde cada viñeta es un cuadro al óleo (literalmente). Me encanta recrearme en cada dibujo porque están muy trabajados y sus mundos oníricos son fascinantes. Lo dicho, una maravilla.
También tengo los dos tomos de la serie Ciudad, de Barreiro y Gimenez, y que publicó Toutain a principios de los noventa, a los que tengo especial cariño porque me parecen una obra maestra del género.
Es un cómic de fantasía semi-postapocalíptica del que ya hablaré en una próxima entrada porque creo que merece la pena hacer un repaso extenso de esta obra.
Y ya para finalizar hago un recuento de algunos números sueltos o tomos de un sólo número que poseo:
Bruce J. Hawker, de Vance y Duchâteau. Un tomo enorme que recopila toda la serie de este personaje aventurero del siglo XIX.
Estela plateada de Moebius. Este álbum no lo incluyo en el paquete de super héroes porque el personaje visto por el autor francés no parece el típico del género.
No es de lo que más me gusta de Moebius pero se deja leer. Curiosamente, a pesar de que Moebius me encanta, no tengo nada más de él. Me pasa lo mismo que con los cómics de Alejandro Jodorowsky.
En su día no pude hacerme con nada de ellos, pero los redescubrí con la llegada de Internet y los mercados extraoficiales. No, no me siento muy culpable por recurrir a ello ya que me he dejado un pastizal en cómics y he contribuido con creces a la causa, así que alguno tendría que piratear ¿no?
Slaine: El Dios Cornudo de Pat Mills y Simon Bisley. Fantasía sobre la mitología celta. Sólo tengo este tomo pero la serie seguía con unos cuantos más, aunque creo que los últimos no eran ya gran cosa. Sin embargo, este me parece bastante bueno, tanto por la parte gráfica como la historia.
También poseo los últimos números de la revista Zona 84 hasta que desapareció (una docena más o menos). Reconozco que esta revista empecé a comprarla ya al final y me quedé a cuadros cuando cerraron. ¿He sido yo? Pensé.
Ah, y para terminar también tengo un álbum de Superlópez que compré en la Feria del Libro de Madrid, hace unos años, simplemente porque su autor, Jan, estaba firmando ejemplares y me hacía ilusión. Ni siquiera lo he leído todavía porque, sinceramente, ya se me pasó la edad de ese tipo de historias. Pero puede que lo haga cuando lo lea mi chaval.
Y bueno, eso es todo lo que me queda de mi anteriormente más nutrida comicteca. Ya digo que eran muchos más, pero el paso de los años y las sucesivas limpiezas generales la han hecho menguar bastante.
Pero ya no voy a tirar nada más. En todo caso vendería lo que pudiera, algo que de momento no tengo intención de hacer.
¿Vosotros todavía tenéis algún cómic en la estantería? Me gustaría que me dijerais qué guardáis con mimo o almacenáis sin más porque no queréis tirar nada.
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