James Ellroy. ¿Alguien no lo conoce? Pues quienes no sepan de quién hablo, les diré que lean L.A. Confidential, o vean la película homónima, que está también muy bien y se sitúe. Hoy tenemos otra novela de psicópatas a los que se les va demasiado la olla.
Aunque El asesino de la carretera fue escrita en 1986, no fue hasta 2008 cuando fue publicada en España. Una tardanza que hace que el texto pierda muchísimo en originalidad dentro de la mente del lector de hoy en día, ya muy habituado a ver y leer películas y novelas de asesinos en serie desde hace años.
En 1986 podía ser un relato original, pero en 2008 se queda como un episodio más sobre un tema ya trilladísimo en los últimos años.
No obstante, lo escribió Ellroy y eso ya son palabras mayores. Por eso decidí darle una oportunidad y no me arrepiento, a pesar de lo que acabo de decir.
El hecho de que el autor intercale fragmentos de periódicos y el diario de uno de los investigadores del FBI, que anda detrás del asesino, lo hacen más atractivo y le da un aire más «humano» a lo que estamos leyendo.
Ahora les explicaré esto.
De qué va El asesino de la carretera
El asesino de la carretera está escrito en primera persona. Es una autobiografía de un asesino en serie al que acaban de arrestar y que, llevado por su ego, quiere dejar testimonio de su rastro de muerte a lo largo y ancho de medio país.
Los cuatro asesinatos que en un principio se le imputan, se verán aumentados hasta llegar a una cifra exagerada producto de un ansia de verdadero depredador humano.
Es un ser abominable que mata con pistola y silenciador unas veces y otras con un hacha. Que se monta sus películas mentales, como él mismo las llama y que apenas sabe discernir la realidad de su ficción.
Debido a esa situación, en la que el asesino es quien cuenta los hechos, al leerlo nos queda una fría sensación; en ningún momento sentimos un mínimo de empatía por un personaje que Ellroy retrata admirablemente en su soledad y frialdad.
Es como leer lo escrito por un robot. Un tipo que, carente de humanidad, arrastra unos insuperables problemas mentales y que se cree un villano de cómic de los años cincuenta: Sombra Sigilosa, apodo por el que acabará por ser conocido.
En su macabro recorrido veremos que incluso llega a conocer a varios de los psicópatas más famosos de la época, como Charles Mason. También entrará en contacto con otro serial killer que dará un nuevo rumbo a su vida.
Bueno, un rumbo más alocado, quiero decir.
Como digo, el autor intercala fragmentos de periódicos, narrando las andanzas del asesino Plunkett, que así se llama y que a mí me han parecido un poco pesadas en determinados momentos. No así los diarios del investigador del caso, que en sí podría tratarse de una novela paralela.
Salvo este último, que le da un toque más cálido al relato, por cuanto demuestra sentimientos humanos, aunque sea odio por el asesino, el resto es una sucesión de crímenes y paranoias. No llega ni de lejos a los límites pornográficos de American Pycho, pero te deja ese sabor de boca amargo y asqueado de esta clase de personajes.
Supongo que Ellroy no quiso hacer un personaje amable, sino un perfecto asesino con unas taras mentales de aúpa. Hacerlo de otra forma hubiera sido poco creíble.
James Ellroy no mitifica a esta clase de asesinos, como sí que parece que hacen muchos otros autores y, sobre todo, las series de televisión y películas del género.
Incluso se burla (en boca de su personaje principal) de asesinos tan venerados como Mason, al que le dedica unas frases más que elocuentes.
Resumiendo. El asesino de la carretera es un libro que te deja muy frío durante y tras su lectura, con un final aún más gélido en el que Ellroy no da ninguna concesión para hacernos sentir un poco mejor.
Pero es recomendable, como la mayoría de sus obras. Simplemente por conocer cómo se carga a ciertos personajes, merece la pena.
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