Reseña de «El Silmarillion» de J.R.R.Tolkien

Reseña del libro «El Silmarillion», de J.R.R. Tolkien. Una historia épica que merece ser leída.

Después de un año, vuelvo a escribir por aquí.

No os voy a mentir, estoy de capa caída en la escritura y apenas he escrito algo en este último año. El motivo: tengo otros proyectos que sacar a flote y que me aporten algo económicamente.

En fin, no os aburro con mis problemas.

Vamos con «El Silmarillion», escrito por J.R.R. Tolkien y editado cuatro años después de la muerte de este por su hijo Christopher (quien por cierto murió en 2020).

El libro tiene ya sus años, así que no creo que os revele nada nuevo, pero es mi personal reseña sobre este libro ahora que hay una serie de televisión llamada «Los anillos de Poder» y que, dependerá si me apetece, reseñará cuando termine la primera temporada.

Libro El Silmarillion, de J.R.R. Tolkien

Cuando leí por primera vez «El Silmarillion», o casi

Cuando tenía una veintena de años leí «El Señor de los Anillos» y, aunque me gustó, tampoco es que me entusiasmara demasiado. Pensé que me faltaba saber más del trasfondo de aquella historia y escuché a alguien comentar que con el libro de «El Silmarillion» entendería más aquel mundo fantástico.

Así que me puse a leer «El Silmarillion» por primera vez. No me acuerdo de dónde saqué el libro. Creo que era de mi hermana o de la biblioteca, o es posible que me lo dejara algún amigo. Ni idea.

El colono
1,49 €
Formato digital
Género ciencia ficción - space opera
Unas 150 páginas
Superviviente
1,49 €
Formato digital
Género postapocalíptico
Más de 600 páginas
El poder
0,99 €
Formato digital
Género comedia romántica fantástica
Cerca de 50 páginas

El caso es que de aquella primera lectura recuerdo que no me gustó nada, salvo algún capítulo. Creo recordar que fue el capítulo dedicado a Beren y Lúthien, pero no me acuerdo muy bien y desde luego ni me sonaba nada del argumento.

Bueno, sí. Del principio del Silmarillion recuerdo que me pareció un soberano tostón. Una sucesión de párrafos que se me hizo bola, hasta tal punto que debí pasarlos rápidamente.

Segunda vez que leí el libro

Así que este año, aprovechando que le regalé este libro a mi hijo, que es un devorador de sagas de fantasía, cuando decidí darle otra oportunidad.

Mi hijo empezó a leerlo pero, tal y como me pasó a mí aquella primera vez, no pudo pasar de, sí sabéis de lo que hablo ¿verdad?

Efectivamente, el más que temido capítulo titulado «AINULINDALË, La Música de los Ainur». Sí, el de las musiquitas, el que empieza con buen pie con:

En el principio estaba Eru, el Único, que en Arda es llamado Ilúvatar; y primero hizo a los Ainur, los Sagrados, que eran vástagos de su pensamiento, y estuvieron con él antes que se hiciera alguna otra cosa.

Y que después tiene cosas como:

Entonces las voces de los Ainur, como de arpas y laúdes, pífanos y trompetas, violas y órganos, y como de coros incontables que cantan con palabras, empezaron a convertir el tema de Ilúvatar en una gran música; y un sonido se elevó de innumerables melodías alternadas, entretejidas en una armonía que iba más allá del oído hasta las profundidades y las alturas, rebosando los espacios de la morada de Ilúvatar; y al fin la música y el eco de la música desbordaron volcándose en el Vacío, y ya no hubo vacío.

Que no se me ofenda nadie, que ya sé que este libro tiene una legión de seguidores, pero dejad que continúe y luego ya me ponéis a parir.

Pues mi chavalote no pudo más y lo dejó en su librería. «Para otra ocasión», se excusó.

Pero era una pena dejarlo ahí, con la edición tan cuidada, con mapas, genealogías y todo. Así que decidí ponerme con él, sabiendo que me encontraría con el enemigo nada más empezar.

«Sé fuerte», me dije. «A lo mejor no está tan mal, ahora que lo lees con el doble de edad.

Y…

Nada, que ese capítulo no está hecho para mi insensible alma.

El caso es que no es hasta los capítulos de «La historia de los Silmarils», e incluso antes con la «Historia de los Valar y los Maiar» que la cosa se pone interesante, al menos para mí.

No quise rendirme y tras atravesar los rápidos musicales me encaminé por el río de la literatura tolkienana hacia la parte que me hizo desperezarme y leer con detenimiento, qué digo, con ganas.

La cosa se pone realmente interesante con la entrada de los elfos y las fechorías de Melkor, el malote del libro, jefe de Sauron.

Por cierto, de piedra me quedé al saber que el origen de Sauron es el mismo que el de Gandalf, es decir, que ambos eran espíritus maiar. Pero mientras el segundo fue siempre bueno, el primero sucumbió (como no) al lado oscuro y se dejó corromper por Melkor.

El caso es que la cosa se pone más interesante todavía cuando entra en escena el elfo Fëanor.

Aquí hago un inciso con los nombres de los elfos y humanos que salen en el Silmarillion. ¿De verdad, buen J.R.R. Tolkien, no podías haber puesto unos nombres que fueran más diferenciables entre sí?

Por ejemplo, de Finwë descendieron Fëanor, Fingolfin y Finarfin, quienes a su vez tuvieron numerosa prole, entre ellos: Fingon, Finrod,… ¿veis por dónde voy?

Menos mal que esta edición tiene las genealogías atrás del todo porque la tuve que consultar IN-FI-NI-DAD de veces, sin exagerar. Al igual que el mapa de Beleriand. Tela.

En fin, que como digo el asunto mejora mucho con Fëanor. Este es una especia de outsider total. Siempre descontento con todo, incluido el segundo casamiento de su padre y con los hijos que tuvo.

Descontento también con Manwë, el jefe de los Valar, a consecuencia, en parte, porque se dejó comer el coco por Melkor, quien hábilmente había hecho creer que ya era bueno (pero no lo era) y los valar se lo creyeron.

Todos se lo creyeron. Hasta el culoinquieto de Fëanor y por eso se dejó aconsejar por Melkor.

Fëanor además era un gran artesano y había logrado hacer los silmarils, una suerte de joyas encantadas que poseían la luz de los árboles de los Valar, la gloria del Reino Bendecido, como llamaban a Valinor.

Fue una obra tan, pero tan magnífica, que Melkor rechinaba los dientes sólo de pensar en esas joyas. Se moría de ganas de hacerse con ellas.

Hasta que lo hizo.

Fëanor y su gente habían escuchado el veneno de Melkor y empezaban a pensar mal de los Valar, de quienes sospechaban que los habían llevado a Valinor para que no prosperasen en el resto del mundo.

El caso es que Melkor hizo un ataque sorpresa junto con su araña Ungoliant y se llevó los silmarils, además de dejar a oscuras Valinor porque se cargó los Árboles de la luz. Ah, y se cargó de paso al patriarca elfo Finwë. Casi nada.

Melkor y la araña ultra chetada Ungoliant
Melkor y la araña ultra chetada Ungoliant.

Fëanor se volvió medio loco de rabia.

Dio un puñetazo en la mesa donde estaba el jefe Valar, Manwë, y echando espumarajos por la boca se ciscó en todo Dios, literalmente, porque además de ponerle un nuevo mote a Melkor, a quien llamó Morgoth, se cagó en Manwë por haberle llamado y no estar presente en la fortaleza donde Melkor (digo, Morgoth) se había cargado a su santo padre.

«¡Rediós!», exclamó el elfo Fëanor, «Se va a enterar esa sabandija de señorito oscuro. ¡Manolo! prepara los ejércitos que nos vamos para la Tierra Media con toda la familia».

Y, bueno, para liarla más, Fëanor dividió sus huestes entre sus hermanastros, quienes aunque no estaban muy de acuerdo con regresar a la Tierra Media y machacar a Morgoth, tenían que obedecer a aquel, puesto que era rey de los Noldor.

Mientras que sus hermanos tiraron «pal» norte, para pasarlas canutas atravesando una especie de polo norte helado, él iría en barco. Con clase.

Pero ¡ay!, que los Noldor no tenían mucha idea de navegación. Por no tener no tenían ni puertos, no hablamos ya de barcos. Así que se fueron a la costa este de Valinor y masacraron a sus hermanos elfos del mar para quitarles sus barcos.

Muy mal, Fëanor, muy mal.

Esa maldición perseguiría a su pueblo mucho tiempo y para los Noldor fue un acto de vergüenza eterna que preferían no rememorar.

Y así, amigos, fue como los elfos regresaron a la Tierra Media, concretamente a Beleriand, un territorio norteño donde las diferentes casas de los Noldor establecieron reinos y se expandieron, siempre con Morgoth acechando en el más lejano norte.

No voy a contaros más, pero la historia sigue, con capítulos donde cobra protagonismo los descendientes de los elfos y de los humanos, que habían aparecido recientemente y que, poco a poco, se iban labrando un futuro, al principio muy amigos de los elfos y luego ya no tanto.

Vemos un ascenso del poder de los Noldor y luego, como no, la posterior caída a consecuencia de ellos mismos ayudados por Morgoth, quien no perdía ni un momento en perjudicar a sus eternos enemigos.

Entre la historia principal merece la pena el capítulo dedicado a Beren y Lúthien, el uno humano y la otra elfa de una belleza sin par. Una historia triste pero muy bonita, que merece ser llevada a película o incluso serie, aunque tal y como han hecho la de los Anillos de Poder no digo nada.

Resumiendo, queridos lectores, si os gustó El Señor de los Anillos os gustará el Silmarillion, y si empezáis a leer este último y no os llama ya os digo que sigáis, que no os rindáis, pues entraréis a una gran historia épica con elfos, señores oscuros, algún dragón y balrog y mucha tragedia de la buena.

Interacciones con los lectores

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