Inauguro esta sección de los libros que más me han impresionado a lo largo de mi vida. ¿Y que son los libros impresionantes para mí? Pues aquellos a los que todavía recuerdo a día de hoy, cuando hay novelas que leí hace dos meses de las que apenas logro retener el nombre del protagonista. Así de sencillo.
Y lo hago con el primer libro «adulto» que leí. Pongo las comillas porque se tiende a clasificar este libro más bien como juvenil. Aunque puede ser leída perfectamente por chavales (de hecho, yo lo hice), la tengo como una obra literaria para adultos.
En realidad, la edición que leí (y que sigo teniendo a buen recaudo en una estantería), era una recopilación de la editorial Bruguera, en su colección «Club joven», que incluía «La llamada de la selva» y otro relato del mismo autor: «Colmillo blanco».
Y es que a la hora de valorarlo, considero a ambos relatos como si fueran uno, aunque son historias diferentes, porque los dos tienen mucha semejanza. Dicha edición venía acompañada con esporádicas ilustraciones que no me cansaba de copiar en papel porque me parecían, y me lo siguen pareciendo, muy buenas.
Estaba en EGB cuando lo leí por primera vez, aunque no puedo precisar el curso, pero yo era bastante joven. Yo venía de leer todos esos libros tipo libro-juegos (Sí, los de «El hechicero de la montaña de fuego», o los de la «Máquina del tiempo», entre otros clásicos del género), sin olvidarme, como no, de los nunca suficientemente añorados «Dungeons & Dragons» y, sobre todo, la serie de: «Elige tu propia aventura».
Magníficos libros llenos de puro entretenimiento que, sin embargo, se quedaban cortos si lo que querías era algo más que una especie de juego en papel. Y ese algo era literatura, claro, pero entonces no sabía cómo llamar a ese vacío del que cojeaban aquellos libros.
Fue entonces cuando me pasé a los libros de Julio Verne, de los que tenía unos cuantos. A estos no me había atrevido hasta entonces a meterles mano porque eran más extensos que los libro-juegos y… ¡suponía yo que eran para mayores!
Los libros de Julio Verne que me habían comprado mis padres, fueron esa celebrada edición que conjuntaba el texto con cómic y que, he de reconocer, en un principio miraba más la parte gráfica que la original del autor. Después hice lo contrario, al percatarme de que me estaba perdiendo mucho sólo leyendo el cómic.
De estos libros ya hablaré en otra ocasión porque tenía algunos títulos que me releí unas cuantas veces.
La llamada de la selva y Colmillo blanco
Bueno, que me voy del tema. A lo que iba. No me acuerdo cómo llegó hasta mí «La llamada de la selva».
Bueno sí, me lo compraron mis padres, como casi todos los libros de por entonces, aunque yo me solía comprar por mí mismo todos los libros juegos con mi exigua paga semanal, que iba ahorrando como podía para acercarme al Simago del barrio y comprar uno de vez en cuando.
Ya veis, un chaval de barrio que en los ochenta ahorraba cuatro pesetillas para comprarse ¡un libro! Sí, eso era algo raro, muy raro.
Sé, eso sí, que el libro cayó en mis manos en la época propicia, ya que había empezado hacia tiempo en serio con los textos de Verne y ya estaba más que preparado para enfrentarme con Jack London.
Si sólo conocéis la «La llamada de la selva» y «Colmillo blanco» por las diferentes (y algunas desastrosas) adaptaciones al cine que se han hecho de ellas, es mejor que lo borréis de la mente. En 2020 han hecho una película titulada «la llamada de lo salvaje«, con Harrison Ford de protagonista en la que se vuelve a revisar este clásico. Cuando la vea pondré aquí mi opinión al respecto.
Los relatos no tienen nada que ver con estas, que están muy, pero que muy lejos de haber sabido captar la menor esencia del libro.
Ambos relatos tienen en común el entorno (los maravillosos y aterradores escenarios del Klondike y el Yukón); los protagonistas de ambas novelas son dos animales: Buck en «La llamada de la selva» y Colmillo blanco en el relato homónimo.
El primero es un acomodado perro doméstico que lleva una vida placentera en la soleada California, hasta que, por avatares del destino, acaba como perro de trineo en el lejano norte. Os podéis imaginar el cambio que sufre el desdichado animal.
A lo largo de la novela, Buck irá espabilando y, sobre todo, asomándose poco a poco a esa llamada de la selva que todo perro lleva en su sangre. Colmillo blanco es, al contrario, un animal salvaje; un lobo que hace el viaje inverso al de Buck.
Los dos relatos son, pues, complementarios y han de ser leídos uno detrás de otro para sacar todo el jugo a la obra de London. Yo los releí una docena de veces, por lo menos y espero hacerlo de nuevo algún día de estos. Se leen en dos tardes, literalmente.
Estos son los pasajes de ambos libros que todavía recuerdo y que están magistralmente escritos, por cuanto logran trasmitir la tensión y la atmósfera de tal manera que te mantiene pegado al libro:
- «Colmillo blanco» tiene un comienzo impactante, casi diría que hasta con buenos momentos de terror: el acoso de una hambrienta y nutrida manada de lobos a dos correos canadienses que viajan en un trineo tirado por perros. Poco a poco, los lobos van matando a los perros, hasta que el miedo de los hombres por esos animales salvajes, y sobre todo por la jefa de la manada (y su macho alfa), una loba que se las sabe todas, los llevará hacia uno de los momentos más tensos del relato. Un comienzo para una novela digna del mejor libro de aventuras. Por cierto, esos dos lobos «malotes» serán los progenitores de Colmillo blanco.
- En «La llamada de la selva» hay un pasaje casi anecdótico que, sin embargo, tiene una gran fuerza narrativa. Se trata del momento en el que el dueño de Buck en ese momento, hace una apuesta a que su perro puede arrastrar en solitario un trineo cargado hasta los topes durante una distancia determinada. Algo que ya de por sí sería una tarea hercúlea se complica cuando suben la apuesta a que es capaz incluso de arrastrar el trineo sin que los hombres despeguen antes los patines. Recordemos que estamos en un clima donde se congela todo al momento. Los patines del trineo están como soldados al suelo y el pobre animal tendrá que, primero conseguir despegar el trineo y luego arrastrar una bestialidad de carga. ¿Lo conseguirá? Ah, no sigo, pero uno lo pasa mal leyéndolo :)
Quien conozca un poco la vida de Jack London sabrá que tuvo una vida dura y aventurera y que todos aquellos parajes que describe en «La llamada de la selva» y «Colmillo blanco» los había recorrido en persona, lo que le da un punto de verosimilitud extra a los relatos.
Cuando escribe sobre el frío, los paisajes desoladores de hielo y nieve, la dureza del clima y los hombres, sabe de qué habla y eso está magistralmente reflejado en los dos relatos.
No penséis que como sus protagonistas son animales es una lectura menor o infantil. Para nada. A través de estos cánidos viviremos con sus propios ojos la desgracia de ser lo que son en un mundo de hombres, muchos de ellos crueles y alguno de lo más sádico.
No hay nada de un «mundo al estilo Disney» en los relatos: los perros de trineo son apaleados, hay luchas organizadas por los hombres en las que los perros han de destrozarse mutuamente para sobrevivir…
Aunque también hay espacio para los buenos sentimientos. Tampoco será este de estilo edulcorado, sino de verdadero cariño o respeto que algunas personas demostrarán tener por los animales.
Yo cuando los leí por primera vez me sorprendí de lo crueles que podían llegar a ser algunas personas, sobre todo con los animales.
Entendedme, pasaba de los cándidos textos para niño pequeño a enfrentarme cara a cara con los rudos buscadores de oro del Yukón. Es, por lo tanto, un estupendo libro para que los niños empiecen a caerse del guindo :)
El respeto por la propiedad privada y los sentimientos personales estaban muy bien en las regiones meridionales bajo el imperio de la ley del amor y la fraternidad, pero en el norte, donde prevalecía la ley del garrote y el colmillo, era un necio quien tuviera en cuenta tales cosas, y en la medida en que las acatase no lograría salir adelante.
«La llamada de la selva», de Jack London
alcorze dice
Libros magníficos con los que me emocioné. Mi edición no es esa pero es parecida. Qué razón tienes con lo de los recuerdos que han dejado fijados. El nombre de Buck me viene a la cabeza sin esfuerzo, pero sin embargo soy incapaz de citar a los protagonistas de libros más recientes. En cuanto a Jack London La peste escarlata es un relato suyo que es totalmente increíble, el precursor de toda la novela postapocalíptica actual.
Juan dice
Caramba, no conocía ese libro de London. Me lo apunto pero desde ya mismo. Y ademas postapocaliptico! Gracias Emilio.