Quien haya visto la estupenda película «Los gritos del silencio» (Roland Joffé, 1984) no tendrá problemas en ubicar el tema del libro de Denise Alfonço «El infierno de los jemeres rojos«.
Se trata de una época oscura en Camboya, a principios de los años setenta del siglo pasado. Los jemeres rojos, comunistas radicales, se hacen con el poder camboyano en 1975 y desde esa fecha hasta la ocupación de las tropas de Vietnam en 1979, que puso fin al régimen de terror que aquellos habían impuesto, es el periodo en el cual transcurre el libro de Alfonço.
Su autora, Denise, por entonces tenía treinta años y dos hijos, estando casada con un camboyano de origen chino. Ella misma era hija de un francés y una vietnamita. En 1975 entran los jemeres rojos en la capital Phnom Penh y echan, literalmente, a toda la población para distribuirlos en diferentes regiones del país para llevar a cabo una gigantesca cooperativa agrícola, en detrimento de lo urbano y todos los adelantos tecnológicos.
Se iba a una sociedad nuevamente rural, como años atrás. Un atraso adrede de un pueblo que sería sojuzgado y aniquilado por una panda de asesinos que muestran el lado más oscuro del ser humano.
La población en un principio dio la bienvenida a estas tropas pensando que los liberarían de su anterior tirano. Nada más lejos de la realidad.
Denise Alfonço es deportada como todos los demás, junto con su familia. Su marido, Cheng es un comunista idealista que piensa que aquello va a venir bien y es curioso cómo la autora le recrimina en su libro una y otra vez su ingenuidad casi infantil. Por que Denise no se priva a la hora de descalificar a mucha gente, no sólo a los jemeres a los que dedica, como no podía ser de otra manera, los adjetivos más fuertes.
En su relato sobre sus vivencias en los diferentes campos de trabajo, Denise Alfonço no ahorra detalles de su sufrimiento. Lamentablemente, no siempre se ocupa del sufrimiento de los demás, excepto cuando toca a alguno de sus familiares. En ese sentido lo he visto un poco personalista, aunque es verdad que habría que estar en su pellejo como para enfocar el libro de un modo más generalista.
A veces me costaba meterme en el tema porque, como digo, la mayor parte del libro es un compendio de sus vicisitudes y calamidades. Yo he leído muchísimos libros parecidos pero de la Segunda Guerra Mundial, sobre todo de supervivientes judíos y ya estoy curado de espanto en vivencias al límite.
En Camboya murieron dos millones de personas, pero en el libro de Alfonço nunca tenemos la impresión de que las desgracias sean más allá de la vida de su autora. No hay experiencias de otras personas, aunque sea de oídas. No se sabe nada de el proceder de los jemeres rojos, excepto algún pequeño fragmento ya al final del libro.
De ser uno de los mayores dramas del siglo XX me he quedado con la sensación de que se ha desaprovechado una buena oportunidad de relatar aquel infierno de una manera no tan personal. Quizás mezclando los avatares de la autora con un plano más general de los sucesos en todo el país, la obra habría tenido una dimensión mayor.
Desafortunadamente, como digo, «El infierno de los jemeres rojos» queda como un relato personal de una sola víctima, o de varias contando con su familia.
Sí cuenta de pasada que los jemeres masacraron a toda aquella persona susceptible de oponerse a ellos, como intelectuales, militares, cualquier persona que ellos considerasen, incluso si llevabas gafas podías ser sospechoso. Una locura que merece una revisión más profunda.
Aún así, el relato de Denise Alfonço es una buena muestra del horror que pueden desplegar los desalmados, gente corriente como tú o yo que un día son gente normal y al día siguiente por el destino pasas a ser o bien una víctima o un verdugo.
La autora perderá a casi toda su familia, salvo a su hijo y peregrinará de campo a campo de trabajo, cada cual peor que el anterior, sobreviviendo como sólo puede hacerlo un superviviente que tiene siempre la esperanza de que aquello se arregle de alguna forma. Por que si te vienes abajo moralmente, estás muerto.
Como lo podías estar por cualquier causa, como digo. ¿No puedes trabajar? No comes. ¿Eres sospechoso? Te llevan al oeste, un eufemismo de darte un hachazo en la nuca, porque estos jemeres rojos ahorraban en munición.
Todo el mundo vivía y moría por el Angkar. El aparato político y militar de los jemeres rojos. Los hijos no eran de sus padres, sino del Angkar y se les inculcaba la desobediencia a sus progenitores y obediencia ciega a sus nuevos amos.
El verdadero protagonista es el hambre, que durante aquellos años fue una constante en la vida de Denise y los suyos. Además, enfermó varias veces de malaria, paludismo… Visto lo visto, es un milagro que esta mujer haya sobrevivido. Ella misma lo piensa así.
¿Cómo si no sobrevivir a una dieta de un cazo de sopa aguada con arroz dos veces al día nada más, al tiempo que trabajaban de sol a sol? Dudo mucho que hoy en día pudiéramos soportar aquellas condiciones sin sucumbir a las primeras de cambio, después de vivir bajo nuestras comodidades. O quizá sí, quién sabe. El ser humano es capaz de todo, de lo bueno y lo malo.
Y, bueno, el libro no está mal, pero no me ha encandilado o sobrecogido como otros libros de temática similar que he leído. ¿Quizás tengo ya hecho un callo en la sensibilidad? Espero que no, porque todos esos hijos de puta que masacran a la gente en los conflictos suelen ser gente así. Se vuelven insensibles al sufrimiento humano. No, yo no soy así ni de lejos.
¿O eso es lo que dicen todos?
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