Me encanta Donald Trump. No, en serio, me parece un tipo fascinante. Eh, esperad un momento. No penséis que me gusta su política, sus andares de millonario sobrao o incluso ese peluquín de color indeterminado que se gasta. Como político y como persona física fiscal no me gusta nada y claro que estoy igual de estupefacto que vosotros de ver que este especulador de solares, heredero de una gran fortuna y especialista en inflar sus negocios de formas más bien oscuras, se encuentra metido de lleno en la carrera por la presidencia de los Estados Unidos. ¡Y luego nos quejamos de lo que tenemos en casa!
A lo que voy es que, aquí el amigo Donald es un fascinante ejemplo de personaje que quedaría fenomenal en una película, pero, sobre todo, en una novela.
Vamos a recapitular: ¿Cuántas veces hemos leído (o visto en el cine) a ese odiado secundario que no para de comportarse como un estúpido gilipollas y que, normalmente, acaba muerto de la forma más horrenda posible, gracias a esa justicia universal que imparten guionistas y novelistas con sus personajes más deleznables?
No voy a explayarme en la figura política de este hombre, (ya sabéis que aquí no se habla de política ni de religión) sino en su carácter casi caricaturesco. Joder, es que lo tiene todo. No es sólo un prepotente, orgulloso y soberbio con unas gotas de macarra de barrio bueno; es que, además, sin conocerlo de nada, uno apostaría todo tu dinero a que el amigo Donald tiene pinta de ser quien desencadene la tercera guerra mundial sólo porque quiere probar el botoncito rojo de disparo de los misiles simplemente por que «le apetecía hacerlo». Así, sin más.
Por que, no nos engañemos, Donald Trump es ese personaje que atosiga al protagonista de una novela o de una película, el que le hace la vida imposible al héroe que va a salvar el planeta, el que siempre se pone nervioso y provoca los accidentes, el que intenta ser el dueño del mundo creando un artilugio monumental (el desintegreitor 3000), el Lex Luthor de turno pero sin la inteligencia de este, el que va con los protagonistas y quiere quedarse con la chica del prota o con el tesoro, el que vendería a su madre por un pasaje para el último vuelo de una nave que abandona una Tierra a punto de sucumbir por una catástrofe, el que… se escudaría detrás de un niño en pleno atentado contra su persona.
Vaya, ¿os suena eso? Ya sé que no soy el único que ha visto la similitud de Donald Trump con el personaje creado por Stephen King en su estupenda novela «La zona muerta»: el político Greg Stillson. En Google hay miles de resultados sobre esto.
Donald Trump sería ese tipo que hemos visto y leído miles de veces: alguien sediento de poder, y sobre todo de dinero al que le da igual lo que se haga con tal de obtener lo que busca. Que está acostumbrado a hacer lo que le da la gana por que nadie le dijo jamás que no se puede ir así por la vida. Que es un tío tan pobre que sólo tiene dinero.
En mis novelas tengo algún que otro personaje a lo Trump. Os invito a que lo descubráis. En realidad, pocos libros de género no tienen a su Trump. Por si fuera poco, aquí el amigo es un tipo rencoroso y a la mínima que se metan con él no penséis que va a juntar las manos y decir aquello de: «Rebota, rebota, y en tu cara explota». No, amigos, si este tipo llega a presi tendrá un departamento de la CIA sólo para vengarse de los que le insultan y le hacen memes en Internet. Así que no me extrañaría que algún día vengan los de la CIA a visitarme cuando él sea presidente (Un momento, si hay justicia divina esto no debería pasar, ¿no?).
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