Hoy les traigo una novela publicada en 1917 y escrita por el considerado como segundo mejor escritor noruego, después de Henrik Ibsen. Fue Premio Nobel en 1920 gracias a sus novelas Pan y esta que les reseño: Bendición de la tierra, de Knut Hamsun.
Muchos de ustedes no conocerán a este escritor noruego, pero si les digo que Hemingway dijo una vez que Knut Hamsum le enseñó a escribir, o que el gran Henry Miller también confesó las influencias de este, se darán cuenta de la dimensión de la obra de este escritor.
De hecho, yo llegué a conocer a este genial autor por un prólogo de otra novela que reseñaré otro día y en el que se decía que Knut Hamsum era como el padre de los escritores modernos en su forma de relatar: directo, realista e imprevisible.
Si me gusta Charles Bukowski y el propio Miller, ¿cómo no me iba a gustar al que seguramente fue maestro de ambos?
Yo mismo me inspiré en el protagonista para crear al de mi novela El Colono. Tienen muchos parecidos en su forma de ser y actuar.
«Bendición de la tierra» (Tierra, sin más en el original) es una oda a la naturaleza, al hombre de campo y sus ancestrales formas de vivir.
Bendición de la tierra es un relato cruel y emotivo sobre la vida misma
Comienza el relato con un solitario hombre que vaga por un lugar indeterminado de la frontera norte de Noruega y Suecia, buscando (o tal vez huyendo) su paraíso; su sitio en la vida.
Es un colono rodeado de vírgenes y duras tierras, apenas transitadas por alguien más que los lapones. Isak, que así se llama este coloso, como el autor lo llama a veces, construirá una modesta cabaña y se asentará en aquel territorio.
Lo domará, preparará los campos para cultivarlos, desecará zonas pantanosas y se hará, en un principio, con unas pocas cabezas de ganado.
Isak es un tipo serio, trabajador incansable, conocedor de su oficio y simple en pensamiento. Quizás demasiado.
Pero para su tarea eso no es óbice alguno. Es más, su hacienda (luego bautizada como Sellanraa) crecerá y su éxito querrá ser imitado, con mayor o menor fortuna, por otros colonos que irán llegando.
Isak conocerá a una mujer, Inger, quien quizás debido a una malformación en el labio superior, desea apartarse del mundo conocido y perderse en la soledad de aquellos lugares.
Enseguida encontrará cobijo con Isak e iniciarán una relación llena de altibajos, con las desgracias y fortunas propias de los granjeros e incluso con una tragedia que los marcará para siempre.
El relato se puebla de personajes, algunos pintorescos como el caso del delegado de aquel territorio, Geissler, que tiene mucho del propio autor.
En boca de este hombre encontraremos las mejores partes de la obra, con un monólogo final que a mí, particularmente, me ha gustado mucho. Porque lo que dice en aquel tiempo (recordemos, principio del siglo XX) es bien válido a día de hoy.
Una obra maestra desconocida
La novela me ha gustado mucho. Podría decirse que trata sobre el costumbrismo rural, con las miserias y grandezas de un tipo de hombres y mujeres que me ha recordado mucho a la gente de campo que conozco.
He pasado innumerables veranos en un pueblo de León y allí he visto campesinos que, por su forma de expresarse, por sus silencios y su manera de entender la vida, podían pasar perfectamente por aquellos personajes de la obra de Knut.
En «Bendición de la tierra» no hallarán diálogos densos, rápidos o sesudos. No sería de recibo. Son gente simple, en el buen sentido del término, que no saben expresarse porque la educación que han recibido no les da para más o porque no lo necesitan.
En ese sentido me ha parecido muy realista y comprendo la influencia de este autor noruego en autores más contemporáneos. Su forma de relatar las cosas es sublime, como a mí me gusta: directo y sin florituras que recarguen los textos o se desvíen del tema.
¿A quién le puede gustar esta novela ya clásica? A los que os guste el placer de leer textos reposados y en ocasiones duros, no por situaciones violentas, que no las hay, sino porque la novela no escatima en retratar que la vida no es un camino de rosas.
Les gustará a los que quieran dar un paseo por el campo, echar un vistazo a la hacienda del coloso de Isak y ver qué de grandes se han puesto sus rebaños.
Observar la vida de otros colonos, con sus pequeños grandes problemas y acercarnos, en definitiva, a oler la tierra cuando las primeras gotas de la tormenta estival, caen en los sedientos campos.
jose garzon dice
Que buena descripcion del libro. No conocia el escritor y lei la obra y me parecio maravillosa. Me recordo la vida en el campo de mis abuelos que yo visitaba de niño. Isak es el abuelo que todos tuvimos alguna vez
Juan García Hernández dice
Muchas gracias José. La vida rural siempre tan dura y más entonces. El libro es una maravilla y me alegro de que te gustara. Un saludo.